Caribe en la agenda: ¿una dinámica pendular?
- Mirna Yonis
- 3 jul 2021
- 7 Min. de lectura
MSc. Mirna Yonis (Profesora Universidad Central de Venezuela). *

A partir de una invitación que acepté gustosamente, para participar en una actividad en el formato de Instagram-Live, convocado por el CIAP el pasado 10 de junio, me sumé a un estilo de conversatorio virtual que abría una ventana a la multidimensionalidad de las relaciones internacionales, dando preferencia al tema Frontera en Prospectiva. De esta manera se ajustaron varias inconexiones: con colegas y amigos de otros tiempos universitarios que convergieron en ese conversatorio; y con los temas de fronteras en general de esta parte del mundo, y de manera específica las vecindades con Colombia, Brasil y Guyana,
con las cuales trabajé en otros tiempos bajo la óptica de inteligencia estratégica. También fue propicia la ocasión para dejar colar una otra frontera -unos vecinos- con una característica que combinan unidad y diversidad y a la que me he dedicado como línea de docencia e investigación. Es por eso que algunos me llaman caribeñista. Con razones o no, puede deducirse a qué me referiré en próximas líneas.
No obstante, es pertinente compartir que se trata del avance en reescritura de un artículo publicado en 2005 como parte de unas Memorias que recogieron las ponencias presentadas en un Coloquio de la APHM, celebrado en la isla de Martinica; un evento de carácter multidisciplinario, multilingüe en promoción al hispanismo, y en tierra de habla francófona y creole; constituyendo una pequeña muestra de la compleja interculturalidad de los encuentros caribeños.
La dinámica del cambio va a aparejada a distinguir los rasgos de continuidad en los procesos internacionales, así como en los procesos de toma de decisiones, de allí que se vean como un recurso metodológico y analítico muy pertinente. En esta oportunidad, sin mayores pretensiones, tomamos ese binomio para comprender, al menos: 1) el tiempo dedicado al estudio del Caribe como región y las relaciones de Venezuela en/con el Caribe; y 2) la importancia analítica de revisar el pasado a la luz del presente con miras a nuevos tiempos en materia de relaciones internacionales y de Política Exterior.
El Caribe, región marcada por la diversidad, es un área estratégica en la acción externa de Venezuela. La dimensión económica y cultural así como la proyección geopolítica regional y global han constituido ejes fundamentales en la definición de intereses y estrategias en la política exterior de los gobiernos venezolanos hacia la región del Caribe.

En los años 60 (siglo XX), la emergencia de los nuevos Estados independientes que ingresaron a las Naciones Unidas (ONU) y a la Organización de Estados Americanos (OEA), así como la emergencia del proceso revolucionario en Cuba, sirvieron de marco a un nuevo contexto geopolítico de importancia fundamental para la región del Caribe, en su dimensión hemisférica y global. Ese contexto marcó los intereses en las relaciones internacionales de la región, incidiendo poderosamente en las orientaciones, estrategias y agendas de negociación, tanto en el orden bilateral como en el multilateral.
Parafraseando el título de una de las obras de referencia del Doctor/Profesor Demetrio Boersner (1978), la dinámica de las relaciones internacionales nos muestra una presencia cambiante del Caribe en la agenda de la política exterior de Venezuela Si bien la narrativa histórica en ese texto llega hasta fines de los años setenta, y el mundo ha cambiado, su propuesta analítica sigue siendo relevante:
los gobiernos y sus tendencias político-ideológicas, el contexto regional e internacional, el peso y matices de la geopolítica y la cooperación, el legado colonial, entre otros. Ciertamente que estos elementos deben ampliarse/ complementarse con una variedad de temas que emergen, convergen y se contraponen, en una dinámica cambiante y compleja, con un ritmo pendular propio de la diversidad de la región Caribe.
Las relaciones exteriores de Venezuela no han escapado a este proceso de cambios. Por una parte, los cambios en el énfasis discursivo y en la formulación institucional de objetivos/estrategias de los gobiernos hacia la región caribe en su agenda externa, en particular a partir de 1999 con la aprobación de la Constitución de la República Bolivariana; por la otra, se han dado cambios en la estrategia de la cooperación bilateral y multilateral en materia económica y particularmente energética-petrolera,
pero también en el ámbito político-diplomático con fuerte peso ideológico antihegemónico. Con algunas precisiones que no ahondamos en este documento,

observamos un ritmo pendular nada sencillo entre la geopolítica y la cooperación económica-energética, entre la defensa de la soberanía y el saldo deudor en temas fronterizos álgidos como la reclamación del territorio Esequibo frente a las acciones unilaterales de Guyana o la delimitación desde la Isla de Aves frente al desconocimiento de esta condición por parte de los países insulares del Caribe oriental; entre el argumento de la autodeterminación de los pueblos y la defensa de los derechos humanos frente a la no injerencia en los asuntos internos; entre la solidaridad extendida de los gobiernos y los pueblos de la región y las políticas migratorias selectivas. Esta es una enunciación nada exhaustiva ni lineal.
La crisis política y la emergencia humanitaria en Venezuela, reconocida internacionalmente, y con muestras dramáticas de impacto regional, han sido los ingredientes detonantes, en las dos últimas décadas, de un parteaguas en las relaciones diplomáticas formales y en las relaciones exteriores en general con los países del Caribe.
La diversidad de la región también está presente, de manera complementaria y a veces contradictoria, en las definiciones que se manejan sobre la región Caribe, bien sea por parte de los académicos, de los líderes políticos, decisores, deportistas, músicos. Entre otros criterios de definición podemos señalar: la conformación geográfica, la composición etnocultural, lingüística, ecológica, tamaño y dimensión cuantitativa, niveles de desarrollo, sistemas políticos y de gobierno. Esto se refleja en el contraste y crítica de las visiones “amplias” y “restringidas”, las nociones micro-macro de lo que se entiende como región Caribe. Esto incide en la delimitación del nosotros/otros: qué países, territorios o poblaciones forman parte de la región, o cuáles son las tradiciones culturales y expresiones musicales pueden ser consideradas caribeñas. Es frecuente encontrar en la literatura, como en la documentación oficial las denominaciones: Antillas Mayores y menores, Caribe Insular, Cuenca Caribe, Caribe ampliado, Gran Caribe. En nuestra apreciación, no hay una solución mágica para seleccionar una u otra definición de la región Caribe, pero es una advertencia responsable sobre el peso que pueden tener esas denominaciones de región Caribe en el imaginario individual y colectivo que se transfiere a su vez a los espacios de toma de decisiones gubernamentales, no gubernamentales, empresariales, incluso de organismos internacionales.
En materia de política exterior, los gobiernos de Venezuela han mantenido una larga relación con la región del Caribe. No hay intención de hacer un recorrido cronológico o exaltar elementos que rondan el edulcorado discurso oficial de la hermandad histórica, pero si es pertinente señalar el cambio en el tipo de relacionamiento intergubernamental que se manifiesta

a partir de mediados de los años 60 del siglo pasado, toda vez que el acceso progresivo de autonomía a independencia de la mayoría de las islas del Caribe no hispano. Son emblemáticos en su diseño e implementación el Programa de Cooperación para Centroamérica y el Caribe (PROCCA), los Institutos Venezolanos para la Cooperación y Cultura (IVCC), el Fondo Especial para el Caribe (FEC) y el Acuerdo de San José (entre México y Venezuela). En términos multilaterales encontramos la participación de Venezuela en la gestación de mecanismos de cooperación triangulada a los países caribeños en el marco del Grupo de los Tres (G-3), acuerdos de preferencia a través de la Comunidad del Caribe (CARICOM) y la coordinación de esfuerzos diplomáticos de las subregiones de la Asociación de Estados del Caribe (AEC).
En fechas más cercanas, con la gestión gubernamental autodenominada “del siglo XXI”, algunas propuestas generaron grandes expectativas, pero también prudente animosidad entre los países de la región, en particular por las prioridades definidas por el gobierno de Venezuela, el papel estratégico que se asigna a la fachada Caribe, así como la estrategia de la cooperación en los temas de la agenda de la política exterior de Venezuela. En este sentido, el dinamismo declarativo con un énfasis discursivo grancaribeño del Presidente Hugo Chávez en torno a la integración, la nueva Constitución de la República Bolivariana de Venezuela en 1999, la inserción explícita de la fachada Caribe en el Plan de Desarrollo Económico y Social 2001-2007, la iniciativa y ampliación del Acuerdo Energético de Caracas, suscrito en su primera edición en octubre del año 2000, en comparación con el Acuerdo de San José, así como la incorporación de algunos programas de cooperación con el Caribe en el Fondo OPEP, forman parte obligada de las referencias recientes de las relaciones entre Venezuela y la región Caribe. A estas se suman las “cuotas caribeñas” en mecanismos más amplios en cobertura geográfica como el ALBA-TCP y la CELAC.
Sin desconocer las críticas respecto a la sustancia y coherencia de la política exterior del siglo XXI, la importancia estratégica de la región Caribe ha permitido que tanto la dimensión comercial como la geopolítica hayan servido para diversas iniciativas. No obstante consideramos que la estrategia de mayor peso e intensidad ha sido el de la cooperación económica, cultural y energética, la cual si bien institucionalmente se colorea de solidaridad en la práctica tiene un fuerte “mestizaje” entre el realismo político y la solidaridad cooperativa.
Aún en el contexto de crisis multidimensional que presenta el país, acentuadas por el manejo del impacto de la pandemia por COVID19, las acciones –y omisiones- de Venezuela en la región, son un punto de referencia y discusión obligada en los recientes procesos de articulación de intereses regionales en el (Gran) Caribe como en América Latina y en sus relaciones con los Estados Unidos y el resto del mundo.
Sin ninguna duda, la región Caribe –en sus variadas acepciones conceptuales- sigue siendo para Venezuela un área geográfica de alto interés geopolítico y de seguridad,

debido a: 1) ser un área donde circula el tráfico comercial y de petróleo venezolano con destino a Norteamérica y Europa; 2) estar pendientes las delimitaciones de las áreas marinas con los países vecinos; 3) ser un área donde están presentes problemas relativos a las migraciones, el tráfico ilícito de drogas, el transporte de desechos tóxicos y el tráfico de armas; 4) ser un área de interrelación permanente por el impacto que supone la situación socio-económica y política de los países vecinos, incidiendo en mayor o menor medida en el país; y 5) ser un área altamente vulnerable a los desastres naturales, dada la presencia de recurrentes fenómenos naturales (sismos, volcanes, huracanes). Todas estas razones suman al compromiso, como docente y ciudadana, de hacer seguimiento de estos temas, reflexionar y compartir nuestras apreciaciones
Caracas 30 Junio/ 02 Julio
@mirnayonis - @mirnayonis.internacionalista
*Analista Internacional, Responsable de la Maestría en Relaciones Internacionales y del Comité Académico de Educación a Distancia de la Escuela de Estudios Internacionales FACES - UCV.
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